La propuesta de José Olano ha ofrecido, desde el segundo lustro de este nuevo milenio, trabajos que incluyen una especial lúdica con el arte como idea y también con la idea del arte mismo. Sus obras se arman para existir en un azaroso equilibrio e invitan a su propia catástrofe. Hay un guiño neo–dada no solo en la recolección de objetos encontrados y buscados sino en la voluntad cuestionadora que acompaña las posturas anti–artísticas. Sus hibridaciones formales acuden al famoso binomio absurdo del paraguas y la máquina de coser. Lo intolerable parece ser también un móvil cuestionador y su repertorio compuesto por mesas, frutas, acuarios, almohadas, libros, pedestales, cajas, pedazos de edificios, escaleras, vasos, escobas, tubos, espejos, vidrios, colchones, ventiladores, ramas de árboles y un universo de cosas que presentan maridajes y divorcios al mismo tiempo, convierte su obra en la parodia de los mismos elementos que la componen o descomponen